Rasgos neuróticos del mundo contemporáneo
Lopez-Ibor, Juan José. 1968. Rasgos neuróticos del mundo contemporáneo. 2.a ed. Madrid: Ediciones cultura hispanics.
Me encontré en Nueva York hace poco más de un año con uno de mis antiguos colaboradores. Se había establecido allí como psiquiatra unos meses antes y se mostraba encantado con la marcha de su consulta privada. Me anunció, sin embargo, que iba a trasladarse a Baltimore. Me extrañó ese cambio y le pregunté si no tendría dificultades en abrirse camino en la nueva ciudad, cuando su situación en Nueva York se estaba consolidando. "No -me contestó-, aquí nos
sobran clientes. Ustedes, los psiquiatras europeos, y especialmente en España, están acostumbrados a ver enfermos. Nosotros, aqui, vemos sanos. Nuestra clientela es, prácticamente, inagotable.”
Esta anécdota, con su airón de ironía, nos pone ante un gran problema del mundo contemporáneo. ¿Son sanos, en efecto, estas personas que acuden al psiquiatra? ¿ Son enfermos? ¿No será que está enferma la sociedad? Thomas Szasz, conocido psiquiatra americano, ha publicado un libro titulado El mito de las enfermedades mentales. Para él, las enfermedades mentales no existen como tales enfermedades, sino como problemas de las relaciones humanas.
"Charcot y Freud hicieron un gran daño a la verdad científica elevando a la categoría de enfermos a los histéricos y a tantos otros asociales y simuladores, que no tienen que ver con la enfermedad propiamente dicha." La cuestión toma, como se ve, un aire babélico; la confusión nos amenaza.
Tratemos, pues, de situarla lo más claramente posible. Por una parte, las estadísticas nos dicen que el número de neuróticos aumenta. Aproximadamente un tercio de los clientes del médico general son neuróticos; un tercio de los estudiantes padecen trastornos neuróticos; en la industria -en los países desarrollados se pierde un tercio de las horas de trabajo a causa de los trastornos neuróticos.
El alcoholismo aumenta y, sobre todo, aumentan los trastornos nerviosos debidos al alcohol,aun en países donde la cifra absoluta de consumo alcohólico desciende. En una fábrica como la Philips el 40 por 100 del personal padece lo que se ha llamado con cierto eufemismo “accidentes psicológicos". En Noruega no pasan tres días sin que tenga que repatriarse, por avión, un marinero por padecer un "nervous break-down". En Oxford de 145 estudiantes que habían faltado durante un trimestre la mitad lo hicieron por trastornos nerviosos. Agréguense a los datos anteriores la cifra de suicidios, las estadísticas sobre delincuencia juvenil, fugas y problemas conyugales en toda sociedad desarrollada. Lo cierto es que apenas se necesitan las estadísticas; basta hojear los periódicos y las revistas corrientes para sentirse impresionado por el cúmulo de noticias de esta suerte, las cuales revelan la existencia de una honda enfermedad social.
La cuestión, por tanto, no puede limitarse a decir que aumenta el número de neuróticos, sino que debemos preguntarnos si la sociedad misma se ha "neurotizado". No es necesario insistir en la concordancia que existe entre el mejor desarrollo social y la aparición de esos síntomas de desintegración. Las cifras a que aludo anteriormente proceden de países desarrollados.