Voluntad y sentimientos: una distinción difícil
Juan José Sanguineti
Resumen: La experiencia de nuestros estados anímicos permite establecer una diferencia clara entre nuestros deseos sensibles (las “ganas” o el “apetito sensible”) y la voluntad. “Siento hambre” no es lo mismo que “quiero comer”. Puedo no querer comer, porque sé que me hace mal, o porque no es el momento oportuno, y sin embargo sentir hambre. La sensación apetitiva surge en nosotros espontáneamente como resultado de un proceso fisiológico que afecta a la dimensión psicofísica de nuestra persona. Toca a nuestra voluntad, con una decisión, aceptar, rechazar, o satisfacer ese deseo quizá en otro momento y según una modalidad especial.
Sin embargo, la voluntad, aunque decide atendiendo a razones, para luego mover al cuerpo (“elijo comer a tal hora porque deseo respetar un horario y una dieta; cuando llega la hora, movilizo mi cuerpo para comer”), no lo hace fríamente, sino que toma decisiones movida por un amor o un deseo de bienes más altos, amor cuyo valor es convalidado por la razón (dimensión cognitiva). Según el ejemplo propuesto, suspendo mis deseos fisiológicos de comer porque tengo un deseo más alto, el deseo o amor a mi propia salud, o quizá otro tipo de deseos, como el aprecio del ayuno, que considero un bien, o el amor al respeto de los horarios, que introduce un orden en mi vida.