Superar la adicción a la pornografía:
Algunas herramientas para terapeutas
Diciembre, 2024
Desde hace varios años me interesa el tratamiento de la adicción a la pornografía porque me di cuenta que es una plaga que afecta a muchos, especialmente a los hombres. Incluso los buenos maridos de familia, los padres preocupados por sus hijos y los católicos devotos son víctimas de ella: en el trabajo o de noche, en el computador o en el teléfono celular, encerrados en una intimidad ilusoria, alimentan una vida paralela y oculta. Peter Kleponis, psicoterapeuta estadounidense y católico, mucho antes de la pandemia de COVID hablaba de una pandemia refiriéndose a la adicción a la pornografía, de acuerdo con las declaraciones de muchos sacerdotes que afirman que es uno de los pecados más confesados. Señalemos inmediatamente que hablar de adicción a la pornografía significa también hablar de masturbación, que puede practicarse en ausencia de películas “Triple X”, pero que de todos modos requiere la visualización de imágenes mentales pornográficas (a través de las facultades de la imaginación y la memoria). De hecho, los estadounidenses han acuñado un acrónimo unificado: “PMO”, que quiere decir “pornografía, masturbación, orgasmo”. Si bien hay mucho que decir sobre el tema, me limitaré a cuatro ideas.
La voluntad
La primera dificultad que puede encontrar un terapeuta al ayudar a los pacientes que sufren adicción a la pornografía es su propia frustración y la del paciente: muchas personas declaran que no pueden alcanzar la continencia –y por tanto la virtud de la castidad– a pesar de sus esfuerzos. Pero ojo: esta incapacidad puede deberse, en mi opinión, a dos factores. El primero es la presencia de una compulsión que se esconde “en el interior” de la adicción a la pornografía, de la que nos ocuparemos más adelante. El segundo, mucho más frecuente en mis casos clínicos, es “la blandura”: el vicio que se opone a la virtud de la perseverancia (parte potencial de la fortaleza). Blando es aquel que por hábito o disposición “abandona el bien por el dolor causado por la falta de alguna satisfacción, cediendo a un impulso débil” (S. Th. II-II, q. 138, a. 1, co). Las personas blandas están llamadas a fortalecerse, aprendiendo a frustrar la necesidad del placer del tacto (craving) y a percibir la satisfacción de una elección racional. El trabajo a este nivel tiene que ver especialmente con el ideal del yo, como lo describe Magda Arnold: “¿Qué clase de hombre estoy llamado a ser? ¿Aquel que se entrega al primer placer? ¿O quién resiste, lucha, se robustece?”. He aprendido que en estos aspectos es mejor no hacer demasiados “descuentos” a los pacientes: si no trabajan duro, con intentos concretos, cambiando hábitos e implementando remedios prácticos que prevengan las caídas (como apagar el celular después de cenar, evitando llevarlo consigo al baño, etc.), no es cierto que sea imposible: la verdad es que no quieren hacerlo. “El paciente debe estar dispuesto a pagar un precio si quiere sentirse bien, y para algunos pacientes el precio parece demasiado alto. El precio es su voluntad de organizar su vida según un esquema racional que oriente su vida, más allá de las dificultades y el cansancio”, escriben Magda Arnold y John Gasson. Necesitamos monitorear los esfuerzos que los pacientes dicen que están haciendo: en un par de sesiones se pueden ver mejoras significativas en aquellos que realmente se esfuerzan. En otros, es mejor trabajar en la motivación.
El diario
Una forma sencilla de realizar un seguimiento de su compromiso y progreso es llevar un diario. Sugiero al paciente crear una hoja de cálculo (Excel) y dedicar un cuadro para cada día de la semana. La casilla debe ser de color rojo cuando se produce una caída (o más de una), verde si ha luchado y vencido las tentaciones del día y blanca si no ha percibido inclinaciones hacia la lujuria. Analizando los hábitos es posible identificar los rituales que se suelen utilizar, reconociendo los lugares y momentos de “peligro” y sobre todo los desencadenantes de la lujuria, especialmente los de carácter no sexual. Muchos pacientes deben aprender a gestionar la ira, el aburrimiento, la tristeza y la soledad de forma diferente (los hábitos saludables pueden ayudar enormemente, como las aficiones, el deporte, las amistades, la espiritualidad). Se pide al paciente que rompa el ritual realizando cambios prácticos, a veces muy sencillos: apagar el celular, utilizar el computador sólo en presencia de otras personas en la habitación, instalar software de responsabilidad, evitar el aislamiento, leer un libro para ayudarlo a quedarse dormido, etc. Esta es una medida conductual.
Pensamientos de autosabotaje
Cuando un paciente colorea de rojo un recuadro del diario, lo invito a agregar también el pensamiento con el que se dio permiso para entregarse a la pornografía (o a la masturbación). Muchas personas luchan contra la lujuria pero, en algún momento, por cansancio u otros motivos, consienten basándose en una creencia falsa. En ausencia de compulsión, la voluntad está siempre presente en la elección de las acciones, incluso en aquellas que parecen regidas por pasiones. En realidad, la voluntad consiente este dominio de las pasiones, de impulsos que parecen irresistibles pero que, con Rudolf Allers, debemos señalar que no lo son. He descubierto que los pacientes generalmente caen en la trampa diciéndose más o menos las mismas excusas: “Te lo mereces”, “Date un capricho”, “Estás cansado, lo necesitas”, “Es inútil resistirte, nunca vencerás la adicción”, etc. Se debe ayudar a los pacientes a reconocer la falsedad de estas afirmaciones para que puedan contrarrestarlas de forma independiente cuando surjan a lo largo del día (dentro de los lugares, momentos de peligro y factores desencadenantes). Esta es una medida cognitiva.
Identificar el propósito implícito
El último aspecto se refiere al contenido de los vídeos que atraen a los pacientes. Generalmente informan haber visto categorías específicas de pornografía. ¿Por qué están obsesionados con eso? Santo Tomás especifica que todo apetito apunta únicamente al bien. Evidentemente los pacientes identifican un bien dentro de un área (pornografía) que no es un bien. ¿Qué sucede entonces? Aquí es donde probablemente la historia personal juega un papel relevante. Debemos descubrir cuál es el bien que los pacientes buscan en determinadas formas de pornografía: el fin. Ellos dirán: “el placer”. Pero esto es insuficiente: tanto porque tarde o temprano luchamos contra los placeres equivocados (pensemos en la comida, la bebida, las compras...), dado que no se puede explicar por qué sólo ciertas categorías producen placer y otras no. Más bien, necesitamos descubrir qué hace que ese placer sea irresistible, hasta el punto de que parece imposible prescindir de él. El fin que se esconde “dentro” del placer. “Sacad el sexo de ese vídeo, ¿qué queda?” “Un hombre que es adorado por una mujer”, “Un hombre que somete con fuerza a una mujer”, “Una mujer que conmueve a un hombre tímido”, etc. ¿Por qué es tan importante esta dinámica para el paciente? A menudo responden a esta pregunta: "Porque es lo que falta en mi vida". En otras palabras, el paciente, al ver pornografía, tiene una experiencia imaginaria y simbólica del hombre que le gustaría ser en la vida cotidiana. Por ejemplo: un trabajador, preocupado por su carrera y por ganar dinero, se distrae viendo a secretarias pornográficas seduciendo a un jefe que está ocupado con sus negocios. En este caso, la pornografía anestesia el dolor de una vida agotadora construida sobre valores equivocados. Un marido atado a una esposa mandona que decide todo y no le deja respirar observa a los hombres que torturan a las mujeres. La pornografía responde (ilusoriamente) a una necesidad de autonomía, de decisión, de libertad... que falta en su vida real. Distanciarse del dolor (función anestésica) y acercarse al ideal (función compensatoria) son los dos bienes implícitamente buscados por quienes desarrollan no una simple adicción a la pornografía (vicio de la lujuria), sino una verdadera compulsión (psicopatología). En estos casos, antes de insistir en la templanza, lo mejor es ayudar al paciente a cambiar su vida, acercándose a su yo ideal. Esta última es una medida psicodinámica (de carácter tomista).
Stefano Parenti
Psicoterapeuta y Presidente de la Asociación Italiana de Psicología Católica
Referencias
Rudolf Allers, Irresistible impulses in Work and Play, Marquette University Press, 2008.
Magda Arnold & John Gasson, The human person, Ronald Press Company, 1954.
Peter Kleponis, Pornografía: Comprender y afrontar el problema, Spiritu Media SRL, 2019.
Roberto Marchesini, Le fantasie sessuali, Studi Cattolici.
Citación: Stefano, P. (2024, Diciembre 16). Superar la adicción a la pornografía: Algunas herramientas para terapeutas [Asociación de Psicología Integral de la Persona].