Madurez en el desarrollo de la persona humana
Octubre, 2020
Una propuesta puede ser que quien piensa, siente y actúa sintonizadamente[1], con una recta razón, en coherencia con lo esperado esencialmente en su etapa del desarrollo humano, y considerando las realidades temporales es, al menos, una “persona” madura para su edad. Esta madurez personal podría relacionarse con el logro de la virtud, encarnada en una persona concreta y manifestada mediante una “palabra interior”[2].
Bajo esta perspectiva, acaso ¿no resulta natural esperar que un niño o un adolescente sea “personalmente” maduro a su edad, sin que entre en conflicto con su etapa del desarrollo humano? Es posible establecer aquí una distinción entre al menos dos tipos de madurez esperadas: una más bien biológica y otra guiada por la persona a través de la virtud. Esta segunda acepción del término se funda en que la virtud perfecciona nuestras facultades, para que puedan ejercer correctamente sus propios actos: el entendimiento, conocer la verdad; la voluntad, elegir el bien y el afecto, moverse conforme a la realidad y, por lo tanto, conforme a la razón. De esta manera, se va posibilitando, progresivamente, una mayor armonía entre el pensar, el sentir y el actuar.
Asimismo, podría entenderse que, si bien una persona adulta ha alcanzado la madurez biológica del desarrollo humano, sin embargo, igual puede seguir siendo una persona inmadura, mientras que un niño, aún inmaduro en su desarrollo biológico, puede ser una persona madura. Es necesario considerar, en este sentido, que el cultivo de la virtud y la consecuente “unidad” de la persona, es progresiva y constructiva, por lo que, para cada etapa del desarrollo humano se espera que el niño o adolescente pueda cultivar ciertas virtudes y en el grado que le corresponde.
Entonces, cuando un padre o una madre se refiere a su hijo en edad infantil o adolescente como una persona inmadura, puede estar refiriéndose a que aún no ha alcanzado un cierto grado de virtud como para conducir su vida de manera que “piense, sienta y actúe sintonizadamente” o bien puede estar refiriéndose a que el niño aún no ha adquirido el grado de virtud esperado para su edad o etapa del desarrollo humano.
Ahora bien, ¿cómo podría alcanzar madurez en el desarrollo personal un niño o un adolescente, considerando que naturalmente no posee un desarrollo cognitivo como el adulto debido a su etapa del desarrollo humano? ¿Cómo se hará cargo de las realidades temporales si aún es dependiente de sus padres? Los padres son parte necesaria de la integralidad del desarrollo humano, no solo porque provean de nutrición y protección a los hijos, sino también por hacer las veces de la recta razón para ellos, función que también puede hacer un buen educador. Así, el niño irá repitiendo actos ordenados, guiado al inicio por la “razón vicaria” de sus padres. Luego, en la medida que actualice de manera más plena su propia facultad cognoscitiva, irá aprendiendo a deliberar por sí mismo y a constituirse en dueño de sus propias elecciones.
Durante el tiempo en que los padres cumplan esta función, los niños o adolescentes irán aprendiendo a regular sus emociones, de modo que sus afectos puedan moverse conforme a la realidad, y algún día, por la recta razón. De esta forma, la moderación y ordenación de los afectos podrá ir produciéndose aún antes de que el niño o adolescente cultive propiamente la virtud (como acto libre), disponiéndolo cada vez más hacia ésta.
De esta manera, por ejemplo, si un niño llora como consecuencia de la tristeza que siente por la muerte de una mascota a la que tenía cariño, sus padres pueden consolarlo y hacerle ver que es normal y razonable que llore como una manera de lidiar con su tristeza, emoción que le surge al percatarse del mal presente que es la muerte de su querida mascota. Así, el niño, además del aprendizaje en torno a la cuestión de la muerte, ciertamente habrá actuado, sentido y pensado en consonancia, pero ahora con mayor conciencia de ello, acorde a lo esperado a su edad y con relación a las realidades temporales.
La invitación es a cultivar esta unidad en la vida de cada uno, para que en nosotros la distinción entre madurez del desarrollo biológico y la madurez personal a través de la virtud, no sea más que una diferencia conceptual.
Juan de Dios Giménez Salinas
Psicólogo
[1] Cfr. Bergoglio, J. Viaje Apostólico de Su Santidad Francisco a Chile y Perú (15-22 de enero de 2018), Visita a la Pontificia Universidad Católica de Chile, Discurso del Santo Padre (Miércoles, 17 de enero de 2018). Recuperado de https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2018/january/documents/papa-francesco_20180117_cile-santiago-pontuniversita.html
[2] Cfr. Droste, K. La palabra interior en la comunicación de vida personal. Recuperado de https://www.academia.edu/8153400/La_palabra_interior_en_la_comunicaci%C3%B3n_de_vida_personal