Expectativas

Septiembre, 2020

Durante el tiempo que llevamos inmersos en esta pandemia, los padres hemos tenido que lidiar con nuestros hijos tal como son. Antes -pre covid-, al estar con ellos un rato en la tarde después del colegio, podíamos obviar, tergiversar, acomodar e incluso imaginar según nuestros estándares, las características que nos parecían molestas o incomprendidas, y quedarnos con esa imagen que mejor cumplía con nuestras expectativas, alejándonos cada vez más de su verdadera personalidad y realidad.

Estar con los hijos nos enfrenta a la ineludible tarea de mirarlos: conocer sus intenciones y motivaciones, por qué hizo lo que hizo, qué busca, cuáles son sus fortalezas, cuáles sus debilidades, a qué le otorga valor, qué teme, qué lo inseguriza, por qué se molesta, qué lo inquieta… Poder conocerlos es esencial en nuestra tarea de padres, si no se conocen se hará muy difícil la misión de educarlos, guiarlos y formarlos.

¿Qué podemos hacer los padres en estos tiempos convulsionados? Llenos de información, tiempos en los cuales reina el relativismo, donde no hay claridad entre lo bueno y lo malo, donde ante situaciones o conductas aberrantes nos conformamos con un “mientras sea feliz”. Tiempos en que el éxito coincide con acumulación de fortuna o fama, en los que se les repite a nuestros jóvenes “tienes que ser líder”, “influencer en las redes sociales”, o “un empresario exitoso, ojalá conocido y que dicte charlas y que su emprendimiento sea amigable con el medio ambiente”.

¿Qué es ser líder? ¿Qué es el éxito? ¿Qué es la felicidad? Estas respuestas requieren una reflexión profunda que abordará nuestra vida completa y la manera en que educaremos a nuestros hijos. Por lo que es imperante pensarlas y acercarnos lo más posible a la verdad. Es aquí donde aparece el gran desafío de la vida misma, cómo llevar esto a la práctica. ¿Cómo? ¿Cómo se hace en este determinado contexto, cómo lo hago con este  hijo en particular? En este sentido solo puedo decir formarse, tratar de ser buenos ejemplos, porque al parecer en esto primeramente se debe partir por casa, empezando por uno mismo con convicciones firmes y seguras.

A la vez, se ha de conocer a cada uno de nuestros hijos en su particularidad, mirándolos como únicos e irrepetibles, esperando y exigiendo de ellos desde lo que cada uno es.

¿Qué pierdo cuando pierdo la esperanza  en mi hijo? Durante la infancia los hijos se miran a través de la mirada de los padres, se juzgan como los padres los juzgamos, lo que recae directamente en la visión que tienen de sí mismos. Más tarde, en la adolescencia, si esta mirada no se ajusta con justicia a la realidad personal, se generan problemas profundos en la relación y en el autoconcepto, tanto del hijo como del padre como padre.

Ante las dificultades o conflictos –que suelen estar aumentados por el contexto actual- debemos nutrirnos para aliviar el agobio, la irritación, el cansancio y empezar de nuevo con todas las expectativas guiadas por el amor y una buena cuota de creatividad. Para esto podemos acudir a ciertos recuerdos, tales como: el momento del parto cuando se le amó por simplemente ser, lo vimos perfecto, no le habríamos cambiado nada.

Qué más expectativas se pueden tener ante un hijo que el estar frente a un ser único. Si los miramos de esta manera los esfuerzos deberán estar puestos en perfeccionar y ayudar a descubrir esta novedad.

Magdalena Covacevich Jara

Psicóloga

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