Psicología Integral de la Persona. Una nueva Escuela de psicología
Octubre, 2018
Hace ya tres años nació y se ha ido consolidando la denominada «Psicología Integral de la Persona». Tras un diligente y sosegado tiempo de meditación en la psicología clínica, considerada ésta a partir de su naturaleza y en base a principios antropológicos de la tradición tomista, ha ido madurando un nuevo modo de abordaje clínico. Aunque los desarrollos de esta nueva escuela han sido diversos, podemos resumir sus principios examinando los términos de su nombre.
En primer lugar, tenemos el concepto de «persona», el cual da el sentido último y definitivo a nuestra corriente, al menos de dos maneras. Primero, en cuanto «persona» hace referencia directamente a aquella dimensión que es propia y exclusiva del ser humano respecto al resto de los seres de la naturaleza, lo cual implica que la Psicología Integral de la Persona toma en consideración todas las dimensiones del ser humano, asumiendo que se integran desde esta parte propia y superior, que llamamos espiritual o racional.
Esto tiene como consecuencia que todo lo que se pueda ir reflexionando acerca del ser humano y su psicología tendrá que tener como punto de referencia al ser humano desde este contexto más amplio: su ser persona. En segundo lugar, el concepto de «persona» da un sentido definitivo a nuestra corriente, porque la persona es «lo más perfecto en toda la naturaleza», por lo que naturalmente la psicología –como cualquier otra disciplina– debiera ordenarse a ella, teniendo como aspiración última hacerle todo el bien que sea posible. Cualquier disyuntiva que quiera zanjarse debiera tener como criterio último el bien de la persona en cuanto tal.
De esto deriva también la necesidad de un diálogo con otras ciencias. En efecto, puesto que el ser humano tiene necesidad de otros bienes, además de la salud psíquica, si estamos al servicio de la persona necesitamos ver la relación que existe entre la salud psíquica y esos otros bienes, para que la ayuda sea efectiva. Desde esta perspectiva tiene, por tanto, mucho sentido reflexionar sobre la relación que existe entre salud psíquica y virtud o, su reverso, psicopatología y mal moral; así como la relación entre psicología y antropología, psicología y derecho, psicología y teología, o psicología y neurobiología, entre otros.
En segundo lugar, por «integral» quiere significarse una apertura a lo que es el ser humano en todas sus dimensiones: biológica, psicológica, espiritual y social. Ello implica una vocación a integrar los aportes de la psicología, desde la evidencia empírica, con aquellos que derivan de la reflexión conceptual. Y esto nos lleva a otro punto. Para que un abordaje sea integral, debe ser capaz de hacer síntesis, esto es, unir diversos datos en una integración verdadera. Pero para que esto ocurra, se debe recurrir a una ciencia anterior, cuya formalidad le permita visualizar tal síntesis, siendo por ello más universal: la filosofía. De ahí la importancia que nuestra corriente le asigna al estudio de la filosofía. Sin ella, nos sumergimos en un eclecticismo pragmático, poco armónico, donde abunda la contradicción y falta de precisión. Nada de ello sería tan gravoso si no fuera porque, finalmente, redundará en perjuicio de los mismos pacientes que se confían a la psicología.
En tercer y último lugar, por «psicología» no quiere significarse algo meramente material, sino que la «Psicología Integral de la Persona» pretende tener una aproximación desde el objeto formal propio de nuestra disciplina. Esto se debiera traducir en una comprensión precisa y verdadera de la naturaleza de nuestro quehacer. A su vez, esta comprensión debiera ser el fundamento teórico sólido, herramienta conceptual útil para desarrollar máximamente nuestra disciplina. El objeto formal es aquella perspectiva bajo la cual se estudia al objeto, constituyéndose así en la idea directriz de una ciencia. Todas las conclusiones de esa ciencia debieran estar atravesadas por su objeto formal. Por lo mismo, éste es como el motor que todo lo mueve al interior de esa ciencia, sin ser movido; es como la variable independiente de sus reflexiones. En el caso de la psicología clínica, su objeto formal es la «salud psíquica». Todo lo que pensamos como psicólogos clínicos debiera traducirse en una mayor comprensión de lo que significa la salud psíquica, y todo lo que hacemos debiera apuntar a realizar mejor esta realidad en cada persona.
Por lo tanto, el sello de nuestra corriente es la integralidad, una integralidad que no se diluye en una consideración sincrética de aportes, sino que claramente se define desde dos extremos. Tenemos, por un lado, en un extremo, la consideración de la «persona», que define el centro y horizonte final de nuestro quehacer; en el otro, está el concepto de «psicología», que acota su abordaje, especifica su objeto. De este modo, delimitamos de entre las diversas disciplinas que están al servicio de la persona, cada una según su especificidad, a la psicología clínica con su lugar propio e irremplazable.
La «Psicología Integral de la Persona» nace, pues, con la aspiración no de ser una organización más de psicólogos clínicos, sino como una alternativa de Escuela Psicológica.
Benjamín Suazo
Psicólogo