El poder de las consecuencias
Julio, 2018
Vivimos en el mundo de lo desechable y de la inmediatez. La cultura actual valora la eficiencia y se proyecta poco a largo plazo; lo considerado nuevo pasa prontamente a estar obsoleto. La publicidad nos presenta todo desde la atractiva mirada de poder gozar de lo placentero sin las posibles consecuencias –no deseadas– asociadas a ello. No privarse de productos conocidamente calóricos bajo la etiqueta de lo “light”, usar una tarjeta que te permite comprar aquello que soñaste silenciando y postergando el doloroso pago, etc. En fin, la consigna de que “aquello que vale, cuesta” a ratos parece ponerse en duda en esta apariencia de “accesibilidad” con que todo se nos presenta.
En los jóvenes, crecidos bajo la premisa de lo inmediato y desechable, se hace evidente su tendencia a apostar a ganador, pero con la pillería de querer hacerlo al menor costo posible. Fácilmente los adultos podemos caer también en la tentación de sumergirnos también en esa atractiva mirada.
Como padres, educadores y psicoterapeutas tendremos que ingeniárnosla para trasmitir el valor del esfuerzo, de los procesos y no sólo de los resultados, de lo perdurable y trascendente, aquello que no es tan inmediatamente perceptible. Debemos tratar de develar nuevamente aquella premisa que ha empezado a pasar desapercibida en nuestra cultura actual; “todo lo que uno hace o deja de hacer inevitablemente tendrá una consecuencia”, aunque nos tratemos de convencer de lo contrario. Quizás no sea una consecuencia evidente y visible, probablemente no en el corto plazo sino con el pasar del tiempo; pero de todos modos con algún impacto en nuestro ser personal.
En nuestro rol de acompañar a personas en su caminar por esta vida, una herramienta a destacar puede ser justamente señalar el poder de las consecuencias. Esas consecuencias que la modernidad intenta borrar, pueden ser la clave para que el ser humano se dé cuenta y reflexione sobre su propio actuar; lo cual le permite el aprendizaje y crecimiento personal. No ayudamos al otro si tratamos de obviar o minimizar las consecuencias de su actuar.
Cada época de la historia tiene su propio desafío, por lo que no parece sabio, mencionar las características de la sociedad actual como señal de mal pronóstico para la humanidad. No hay que desconocer que esta premisa de lo fácil, asequible y eficiente, tiene muchas ventajas en lo práctico, en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, en procesos más profundos que requieren tiempo y dedicación como lo son la educación o la psicoterapia, habrá que estar advertidos para no dejarnos arrastrar por el apremio y eficacia de la modernidad.
Josefina Browne Decombe
Psicóloga