Sobre el saber psicológico y sus modalidades
Agosto, 2024
1. Una reflexión acerca de la psicología como saber es necesaria. ¿Pero por qué tanto? Se podría alguien preguntar. Digámoslo crudamente: porque el conocimiento acerca de la Psicología Humana, y de las artes que de ese conocimiento se derivan, -con ser riquísimo-, se encuentra hoy en día lamentablemente desperdigado e inconexo. Se encuentra, ese saber, necesitado de orden y de unidad.
Las razones de esta ‘dispersión’ del conocimiento psicológico contemporáneo son múltiples, y no podemos ahora entrar en su detalle. En todo caso, una razón no menor, es justamente la riqueza de conocimientos psicológicos con los que hoy contamos, y la diversidad de modos de aproximarse que se han ensayado, con éxitos dispares.
Ante esta situación, nada mejor para ordenarse, que volver sobre sus pasos y retomar desde donde nos perdimos. Esto no por desprecio a lo que después de ese punto se ha logrado, sino al contrario para mejor asentarlo y darle solidez y proyección.
Porque el saber de las ciencias humanas no progresa por sustitución de modelamientos teóricos, como ocurre en la físico-matemática, sino por profundización desde los puntos de partida.
2. Tomás de Aquino no es un mal punto de retorno, como lo podría ser también Aristóteles u otros que se podrían proponer (Cicerón, Séneca, Agustín, Gregorio Magno). Y esto porque él mismo procedió rescatando, sintetizando y proyectándose a partir de lo recabado y armonizado.
La síntesis antropológica llevada a cabo por Tomás de Aquino fue además de tales proporciones, que sobrepasó la capacidad asimilación de los que inmediatamente lo siguieron. Súmese a esto la ignorancia y el prejuicio, y se entenderá un poco las razones de qué tan admirable síntesis, quedase por tantos siglos arrumbada.
La Asociación de Psicología Integral de la Persona ha sido capaz de ver y atesorar la potencialidad de esta obra intelectual, en orden a intentar poner algo de orden en el océano de los conocimientos psicológicos contemporáneos, tanto en lo teórico como en lo práctico. Esto lo vieron ya desde hace bastantes años sus fundadores, y lo han ido asimilando sus seguidores.
3. Siguiendo a Aristóteles y a Santo Tomás, la primera gran distinción que es necesario recordar, es aquella entre saber teórico y saber práctico. Distinción clara en lo teórico, pero a veces difícil de realizar en lo concreto. Como dice Tomás de Aquino, esta distinción tiene su raíz, en dos modos distintos del operar de la inteligencia.
Búsqueda del saber por el saber en lo teórico, o búsqueda de un saber que permita obrar bien en lo práctico. Y en el ámbito del obrar bien, a su vez, una nueva distinción, entre lo productivo (poiesis) y lo ético (praxis). Lo productivo en el ámbito externo, lo ético en el ámbito interno. Y esto porque el buen obrar integral requiere del ser humano conseguir ciertos bienes externos, y que consiguiéndolos se haga, él mismo, bueno.
Inteligencia teórica e inteligencia práctica, no son entonces un preanuncio de las inteligencias múltiples, -porque inteligencia hay una sola-, sino dos modos formalmente distintos de operar de la misma inteligencia. Modos de operar que van, la mayor parte de las veces, íntimamente entreverados. Pero no por ir entreverados van por ello confundidos.
Psicología teórica entonces, como saber de base, psicologías prácticas, productiva y ética como fructificación natural del saber teórico en el orden existencial.
Distinción nada trivial, porque si se desconoce la doble practicidad de lo práctico, se introduce un elemento de confusión y de dispersión. ¿Qué se quiere decir con esto? Que se debe distinguir siempre en el único acto del psicólogo práctico, la dimensión productiva o técnica, esto es, de la psicología como arte, y la dimensión práxica o ética de la psicología en tanto que ejercicio de la prudencia.
Esta doble dimensión práctica de un único actuar, es original y única del viviente humano, por relación a todos los otros vivientes que también tienen psicología. Y esto por la simple razón de que el viviente humano es un animal ético. Y es un animal ético porque es libre. Es decir, procede libremente en la realización de su bien. El viviente humano no busca producir su bien, sino que, alcanzando bienes, alcanza o frustra su propia realización. Buscando el bien de la obra alcanza el bien del que obra, y de los que obran con él.
4. ¿Cuál de estas dos dimensiones es más importante? El bien de la obra o el bien del que obra. Las dos son importantes, pero entre ellas hay un orden. La dimensión ética tiene prioridad, porque no tiene ningún sentido que, por hacer cosas buenas, el ser humano éticamente se suicide. Suicidarse éticamente es realizar el mal, y consecutivamente hacerse malo. Nadie debiese querer alcanzar un bien al precio de hacerse malo, y quizá también, de hacer malos a los que actúan con él. Estas palabras pueden causar incomodidad a los oídos de la cultura contemporánea, que no es amiga de mirar las cosas cara a cara. Pero a fuerza de no mirar las cosas cara a cara se termina en el desorden.
Con razón decía John Henry Newman que, cuando se forma sólo técnicamente a un profesional, olvidando su formación ética, lo que se entrega a la sociedad es gente peligrosa.
5. Esto que vale en el plano existencial, vale también en el orden intelectual, y es por ello que los saberes humanos relativos al orden práctico se encuentran siempre, de lejos o de cerca, subordinados al saber moral. Demás está decir, que esto también suena mal a los oídos actuales, porque se entiende como una suerte de moralismo.
Lo que se quiere decir con esto es que, si se quiere estudiar, por ejemplo, el robo o la mentira, desde el punto de vista psicológico o sociológico, es imposible hacer abstracción que, desde el punto de vista objetivo, robar y mentir son para el ser humano, en cuanto ser humano, actos ‘suicidas’.
De modo que hacer abstracción del carácter moral o inmoral de ciertas acciones humanas es simplemente quedarse sin nada que valga la pena estudiar. Es por razón del objeto estudiado que se hace primeramente esta valoración y no por razón de los sujetos que existencialmente roban, mienten o se suicidan. Es decir, el juicio ético se hace sobre los actos y no sobre las personas.
Por no querer juzgar a una persona, que es algo que no se debe hacer nunca, se deja de juzgar objetivamente el actuar humano, que es algo que siempre se debe hacer. Al querer eliminar del discurso una valoración moral subjetiva, que, insistimos, nunca se debe hacer, a menos que sea en carácter hipotético, se termina uno por inhibir de juzgar en el orden objetivo, que es algo que en lo humano es de suyo imperativo.
¿Qué se consigue con todo este relativismo o amoralismo? Que a la larga muchos de los descubrimientos psicológicos o sociológicos terminan siendo para el ser humano culto e inteligente, descubrimientos juzgados, aunque no siempre irrelevantes, sí al menos sospechosos.
Cuando se pierde la necesaria e inevitable referencia ética objetiva de un conocimiento relativo al ser humano, en cuanto ser humano, entonces ese conocimiento termina siendo para la persona inteligente: o prácticamente irrelevante, o éticamente sospechoso.
De aquí se entienden, me parece a mí, buena parte de las suspicacias, divisiones, recriminaciones y condenas recíprocas que contaminan y agrían las discusiones en el ámbito de las ciencias humanas en general, y de la psicología en particular.
6. Estas consideraciones me parece que subrayan la importancia y necesidad de una psicología integral de la persona, a la luz del pensamiento de Tomás de Aquino y de sus más notables intérpretes, discípulos y continuadores.
La distinción que he esquemáticamente esbozado, entre conocimiento teórico y conocimiento práctico, y las consecuencias que de ella se derivan, es de las más básicas. Ella fue propuesta de modo claro y formal por Aristóteles, y permite comprender y ordenar, no sólo su obra, sino también comprender el impacto que ello tuvo en la cultura.
Casi todas las disciplinas prácticas que existen hasta el día de hoy se aclaran a la luz de estos simples principios. La medicina, la economía, la política, la ética, deben todas su existencia y su estructura epistemológica al genio filosófico del estagirita. Quién junto, o antes, de ser ese genio, se empeñó en entender a sus predecesores, y en rescatar de cada uno de ellos lo mejor.
7. Es necesario seguir investigando en este campo epistemológico. Me atrevo a sugerir que además de ello es también de gran relevancia profundizar en el campo de la ética filosófica y teológica, tanto en ellas mismas como en la medida en que ellas puedan aportar elementos para una psicología integral.
Yves Simon, uno de los principales discípulos de Jacques Maritain, que desarrolló la mayor parte de su carrera en los Estados Unidos, hace casi 100 años, hacía una suerte de llamado a los seguidores de Tomás de Aquino, a desarrollar una Psicología Moral. Una disciplina original y específica, pero que requiere para constituirse y progresar de una buena psicología, por una parte, y de una buena ética filosófica y teológica por la otra.
Alejandro Serani Merlo
Doctor en Filosofía