Autocuidado de los padres en tiempos de pandemia

Junio, 2020

Frente a los tiempos difíciles que nos toca atravesar como humanidad, una pregunta que brota con fuerza es: ¿cómo me cuido a mí mismo y cuido a los que me rodean? Más intensa se vuelve esta pregunta en el corazón de un padre o una madre que, además de sí mismo, tiene a su cargo a otros.

En las últimas semanas he observado en la consulta un deterioro significativo de la salud mental. Por eso, quisiera proponer 7 elementos que pueden ayudar a cuidarnos y que en mi experiencia ayudando a personas me parece que hacen la diferencia.

En primer lugar, cuidar el sueño. Aunque es un aspecto muy básico en el ser humano, es fundamental. Descartarlo por ser muy básico, sería como despreciar la tierra en la construcción de una ciudad: basta que ocurra un terremoto para que tomemos conciencia de que sin ella nada funciona. En definitiva, si una persona no duerme lo necesario, será difícil saber si el malestar que lo aqueja no se solucionaría si acaso durmiera las horas que el cuerpo necesita.

En segundo lugar, es importante el ejercicio. La neuropsicología ha puesto de relieve los mecanismos cerebrales que se activan con el ejercicio y cómo mediante ellos la persona logra niveles de tranquilidad emocional, tan importantes para hacer frente al estrés al que nos encontramos sometidos en estos momentos. La ayuda del ejercicio es, por decirlo de alguna forma, «desde abajo hacia arriba», es decir, desde el cuerpo hasta nuestra mente, disponiéndonos positivamente incluso para pensar un problema técnico o tomar mejores decisiones.

En tercer lugar, es importante establecer rutinas que aporten orden a la vida. En circunstancias normales, la rutina viene dada en gran medida por las circunstancias: por el horario del colegio de los hijos, por las reuniones del trabajo, por los horarios de la ciudad en general, etc. En estos momentos, puede ocurrir que un día la ducha sea a las 12, el trabajo empiece y termine más tarde, o que el almuerzo sea en horarios muy variables. Frente a esto hay que decir que la rutina aporta certeza, predictibilidad y emocionalmente protege, porque da seguridad y confianza.

En cuarto lugar, el cambio. Debemos conjugar la rutina con el cambio. Es sobradamente conocido el tedio que puede provocar la rutina. Psicológicamente se equilibra con la novedad. Lo nuevo atrae la atención y ocupa nuestros recursos psicológicos. Los cambios pueden ser externos o internos. Los cambios externos a veces se dificultan por el mismo encierro, aunque es importante marcar un cambio entre la semana y el fin de semana, así como entre horarios de trabajo y de descanso. Sobre los cambios internos, recuerdo cómo una persona por estos días me contaba la manera en que una película que trataba sobre una tragedia familiar sobrellevada dolorosa pero positivamente, había transformado la relación con su propia familia. La película introdujo novedad y eso la ayudó a cambiar y renovarse en sus relaciones.

Un quinto elemento a tener presente, es la toma de conciencia. Las circunstancias emocionalmente difíciles tienen un efecto que la psicología señala repetidamente: las emociones intensas o sostenidas en el tiempo aíslan a la conciencia, haciendo que se funcione y decida de una manera emocional. En ese sentido, pocas cosas ayudarán más que realizar actos de conciencia cada día. Idealmente un momento al comienzo del día y otro al final. No parece conveniente hacer listas pormenorizadas, sino pensar en lo esencial y dentro de lo esencial jerarquizar. Hablando de lo esencial, no puede olvidarse los vínculos personales, sean familiares o de amistad, y también la propia estabilidad emocional. Tomar conciencia de los vínculos personales y la propia estabilidad emocional.

El sexto elemento, la comunicación. No cualquier comunicación, sino una comunicación íntima acerca de lo que está sucediendo y, sobre todo, de lo que nos está sucediendo a nosotros. A veces tenemos la impresión que comunicar algo negativo que estamos experimentando puede ser mal recibido o puede sobrecargar al otro. Pero cuando lo pensamos al revés: lo que nosotros experimentamos cuando otro nos comunica algo difícil que le está sucediendo, por lo general, lo recibimos bien, incluso, podemos sentirnos contentos de hacernos dignos de la confianza del otro. En la comunicación hay alegría y descanso.

El séptimo elemento, sería el ocio. El ocio se opone al negocio, es decir, a la actividad productiva, lo cual favorece desarrollar otras dimensiones de la vida. Cuando se deforma el ocio, se orienta a actividades puramente placenteras o evasivas como pasar mucho tiempo frente a las pantallas o dormir en exceso. En cambio, el ocio puede ser una oportunidad para desarrollar un pasatiempo que cultive otras áreas, como la carpintería, la lectura, la cocina, la jardinería, el juego o coleccionar algo.

Desde la fe, la mejor forma de ocio, de novedad, de conciencia y de comunicación es la oración. En ella el espíritu humano se eleva a un diálogo de amistad personal con Dios, que es sumo descanso, novedad, seguridad y confianza.

Estos 7 elementos, a saber, Sueño, Ejercicio, Rutina, Cambio, Conciencia, Comunicación y Ocio (SERCCCO) nos pueden ayudar. Pueden funcionar como un verdadero “SERCCCO” para protegernos del estrés al que estamos sometidos. A veces la imagen de un cerco se nos vuelve sinónimo de límite y lo asociamos negativamente. Pero la psicología se ha esforzado en mostrar que los límites razonables dan equilibrio, certeza y liberan.

Por último, es importante que nuestro “SERCCCO” sea pensado desde nuestra interioridad y con miras a la donación personal. Si no se piensa desde nuestra interioridad, quedaremos atrapados por las imágenes y las emociones que nos impone la pandemia, contrastando con nuestra dignidad humana llamada a vivirse desde nuestra razón y libertad: como decía Aristóteles, “los animales viven de imágenes y recuerdos, en cambio el hombre vive por el arte y el razonamiento”. Pero además de ser pensando desde nuestra interioridad, debe ser con miras a la donación personal. El autocuidado tiene siempre el peligro de encerrarnos en nosotros mismos. Para que esto no ocurra, tenemos que pensarlo como un proceso que nos permite cuidarnos, sin separar esto de la posibilidad de donarnos de mejor manera. En la medida que los padres ante todo quieren el bien de los hijos, en ellos tiene un significado especial pensar el autocuidado como una actividad orientada a sí mismo, pero también hacia otro.

El contexto actual de pandemia y de confinamiento puede llevarnos a ser más humanos, si frente a la exigencia –que nos impide hacerlo todo–, optamos por hacer lo posible. Las circunstancias nuevas no permiten satisfacer todas las necesidades, y pueden ayudarnos a mejorar nuestros esquemas de funcionamiento antiguos. Frente a la pandemia actual: ¿Podremos poner un “SERCCCO” desde nuestra interioridad y apropiarnos de lo esencial de la vida con miras a una nueva realidad después de la pandemia?

Benjamín Suazo Zepeda

Psicólogo Clínico

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