El Padre Olvidado
Mayo, 2020
Más confuso aún, cuando a aquellas madres solas se les hace creer que pueden ser perfectas madre-padre, o que la presencia de la figura paterna es innecesaria en un mundo que se cree capaz de construirlo todo sólo con desearlo, desconociendo que nuestras capacidades de crear están limitadas por la realidad. De ahí se desprende que, así como la maternidad sólo puede ser dada desde la mujer, la paternidad sólo puede ser aportada desde el varón. Si bien la madre sola o el padre solo pueden hacerse cargo de algunos aspectos que el padre o madre ausente descuidó, en ningún caso el modo de cubrirlo será el mismo, por lo que esta ausencia marcará necesariamente la historia de los hijos.
Padre y Madre son fundamentales para el desarrollo de los hijos. Por más dolor que nos pueda producir que nuestros hijos no cuenten con alguno de ellos, sería un error desconocer esta realidad, ya que no nos permitiría atender a ella y las consecuencias pueden llegar a ser catastróficas.
En esta línea, en un artículo escrito para la revista Humanitas (Nº 50), Tony Anatella señala: “La ausencia del padre real y la función paterna puede inducir un déficit en el desarrollo psíquico: falta de sentido de los límites, falta de confianza en uno mismo, escasa o ninguna percepción de la identidad sexual propia y de los demás, elementos que se expresan todos ellos frecuentemente mediante la violencia”. Si esto es así, entonces no es de extrañarse el aumento explosivo de violencia y falta de sentido en la sociedad actual.
Pero nuevamente surge la pregunta: ¿Qué es esto del padre? ¿Qué es ser padre? ¿Dónde se aprende a ser padre? Por desgracia, no hay cursos de paternidad; sólo se aprende a serlo a partir de una figura de padre. Idealmente de nuestro propio padre, que con sus limitaciones nos devela un atisbo de lo que es la “Paternidad” y nos encamina a descubrir y perfeccionar la nuestra. Toda persona humana varón es en potencia padre, pero esta potencia requiere de una constante actualización –se va perfeccionando–, fundada en nuestras más primitivas imágenes de lo que es la paternidad, que no se limitan a ellas, sino que invitan al crecimiento.
Si queremos desarrollar nuestra paternidad, tenemos que ser fieles a aquel primer esbozo, que es lo que hace de mi paternidad verdaderamente única, esbozo que originalmente existe en cada varón. Esa fidelidad, a mi ser más auténtico a la luz de la verdad, nos permite la realización como padres, esa fidelidad que es creadora nos invita a crecer y perfeccionar nuestra paternidad.
Por último, no quisiera cerrar esta breve reflexión sin un intento de respuesta a la primera pregunta planteada: ¿Quién es el Padre? Cuando pienso en el Padre, uno de los primeros conceptos que se me hacen presentes es el de “Autoridad”; autoridad que no es represora, ni abusiva, ni destructiva, sino justamente lo contrario. El término viene de auctoritas, que proviene a su vez del verbo augere: alimentar, hacer crecer. En este sentido, la autoridad, como tarea de la paternidad, es la invitación del padre al crecimiento del hijo. La tarea del padre es “hacer crecer” al hijo, en el sentido más profundo de la palabra: invitarlo a conocerse e ir contemplándose en la profundidad de su ser. En esta tarea, el padre “le permite enfrentar la realidad y la separación, o insertar entre la madre y el hijo un espacio que libera de la inmediatez y la fusión con los seres y las cosas, el padre otorga libertad” (Anatella, T., 2008). El padre es quien acompaña al hijo, a la luz del amor, en el proceso de aprender a levantar el vuelo.
Christian Schnake Ferrer
Psicólogo