Resiliencia, desde la Psicología Integral de la Persona
Julio, 2019
Las influencias no-normativas son sucesos inusuales o no esperables dentro del ciclo vital de alguna persona; por ejemplo: haber tenido un accidente grave que requiera largo tiempo de recuperación, o la muerte prematura de uno de los padres durante la infancia.
Estas influencias no-normativas, que son frecuentemente consideradas como experiencias adversas de la vida, no necesariamente son dañinas para el proceso de desarrollo de una persona; por el contrario, pueden ser grandes oportunidades de crecimiento y madurez personal. Por ejemplo, el testimonio de una persona que asegura que después de una enfermedad grave, ésta la ha convertido en mejor persona.
Esto se relaciona con lo que la psicología moderna ha denominado resiliencia, en la cual encontramos multitud de ejemplos de personas que, contra todo pronóstico, vencieron las adversidades y alcanzaron una vida plena. Y es una realidad humana tan conocida y extendida porque la adversidad es también parte del ciclo vital de todo ser humano (Puig & Rubio, 2011).
El término resiliencia tiene su origen en el latín, resilio que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. El término se utiliza en física. Expresa la cualidad de los materiales a resistir la presión, doblarse con flexibilidad, recobrar su forma original, no deformarse ante presiones y fuerzas externas y su capacidad de resistencia al choque. La resiliencia ha sido adaptada por las ciencias sociales, para caracterizar a aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y con éxito (Rutter, 1992, 1993).
Ambas definiciones aluden a la capacidad de mantener la esperanza a pesar de las dificultades, y así poder desarrollar la paciencia, perseverancia y constancia en la consecución de un bien personal que, en presencia de la adversidad, se presenta como un bien arduo.
En el estudio de la filosofía Aristotélico-Tomista, es posible reconocer que, lo que la psicología moderna ha llamado resiliencia, la filosofía clásica lo ha estudiado como virtud de la fortaleza (Cf. Tomás de Aquino, S. Th, II-II, qq. 123-140).
La riqueza que encontramos al estudiar la resiliencia desde el hábito o virtud de la fortaleza es que no la concebimos como una cualidad propia de un grupo reducido de “superdotados”, sino que la consideramos como una capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e incluso ser transformado positivamente por ellas. Esto se puede educar, especialmente a través de una cultura de vida y esperanza y que es, por lo mismo, accesible a toda persona humana.
Daniela Castro Blanco
Psicóloga