Decisiones éticas y salud mental

Mayo, 2019

No es extraño encontrarnos con personas que padecen psicológicamente y que, deseando sentirse mejor, no son coherentes al momento de querer cambiar algunas conductas. Este padecer puede ser producto de vicios, en el sentido de que puede existir una decisión a la base de tal padecer. Es posible que este fenómeno anule todo esfuerzo y constituya un problema a abordar en la misma terapia. Precisamente en este tipo de problemas la consideración de la dimensión ética de la persona viene a ser de gran ayuda, en la medida en que la ética atiende, entre otras cosas, a la naturaleza de aquellas conductas que son resultado de malas o buenas decisiones (en un sentido moral).

Pero, ¿qué es la ética? Podemos comprender en términos generales que la ética es una disciplina filosófica que reflexiona acerca de la bondad y maldad de los actos humanos, teniendo relación con la búsqueda de la felicidad del hombre.

Mas alguien podría objetar preguntando: ¿qué tiene que ver la consideración de la bondad de las acciones con la salud mental? La ética viene en ayuda del psicoterapeuta no tanto porque este trate de “moralizar” al paciente, sino porque le permite entender mejor su conducta -comprendiendo que todo individuo se rige en su acción por principios morales-, y teniendo presente que las acciones moralmente malas son incompatibles con la salud mental.

Lo anterior puede verse, por ejemplo, en un paciente que ha resuelto embriagarse todos los fines de semana a pesar de conocer los riesgos asociados, sufriendo experiencias negativas relacionadas a la embriaguez, que muy probablemente serán vividas de manera traumática, como realizar conductas autodenigrantes, tratar de mala manera a otras personas o alejar a quienes lo quieren. Como consecuencia de este comportamiento esta persona puede ver menoscabada su imagen y autoestima, desarrollando en el tiempo algún tipo de psicopatología como depresión y/o ansiedad. Así las cosas, el paciente difícilmente mejorará su salud mental si es que no toma la decisión de dejar de embriagarse.

Consideremos con más detalle el caso descrito. Un profesional de la salud mental podría enfocarse en la descripción de los síntomas depresivos y/o ansiosos, quedando tanto la persona como su problema reducidos a un diagnóstico en base al DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) o al CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades). Sin embargo, sabemos que en este caso en realidad un diagnóstico tal no constituye una buena explicación para el paciente -quien seguramente siente y conoce sus síntomas- ni para nosotros. Tampoco se conocerá el origen y la verdadera causa del problema, al tratarse de un abordaje poco integral y más bien superficial, si no se considera su conducta en el marco de una reflexión acerca de lo que verdaderamente conviene a la persona, lo cual es objeto de la ética. Es fundamental que la etapa diagnóstica tenga en consideración estos aspectos, porque de ella se seguirá el éxito del tratamiento.

Pero alguien podría objetar que una consideración de esta índole no corresponde al psicoterapeuta sino a algún tipo de orientación o dirección espiritual. En cierto sentido, es verdad que una consideración de este tipo se hace cargo de la dimensión espiritual del paciente, pero esto no significa que la perspectiva de tratamiento no siga siendo fundamentalmente psicoterapéutica. Debemos ser capaces de responder efectivamente a lo que requieren nuestros pacientes. Un profesional de la salud mental debiese, por lo tanto, considerar en el diagnóstico y en la terapia las consecuencias de los actos humanos en la vida psíquica, para lo cual el estudio de la ética aplicada a la clínica puede ser de gran ayuda, considerando que en el fondo se busca contribuir a la felicidad del paciente.

Juan de Dios Giménez Salinas 

Psicólogo

Anterior
Anterior

Resiliencia, desde la Psicología Integral de la Persona

Siguiente
Siguiente

Humor en serio